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Junio

¡NO TODO ESTÁ PERDIDO!
 
Iniciamos ya el ecuador de este Año de la Misericordia, de este mes de Junio en el que tenemos un recuerdo especial hacia el Corazón de Jesús. Atrás, pero con gran sabor en la boca e impacto en el corazón, han quedado las solemnidades de la Santísima Trinidad y del Corpus Christi. Ahora, con el verano llamando a nuestras puertas, el Señor, se acerca, nos habla y nos dice: ¡Levántate!
1.- En medio del desencanto general es agradece una voz, también una mano, que nos invite a seguir hacia adelante. El llanto de la humanidad es una constante y, ante esa realidad, los cristianos, los amigos de Jesús hemos de ser ese pañuelo que enjuga lágrimas y, esa voz, de los que no tienen voz.
No tenemos porqué ser pesimistas pero, tampoco, ilusos optimistas. El Señor, en la época que nos toca padecer (y también sufrir) nos enseña que la fe se hace más consistente en periodo de prueba. Un puente, recién construido, demuestra su fortaleza y su consistencia cuando –como prueba final- aguanta cierto tonelaje sobre sus cimientos.
Al escuchar el evangelio de este día no podemos menos que exclamar a los cuatro vientos: ¡DIOS NOS HA VISITADO! ¡NO TODO ESTÁ PERDIDO!
-Nos visita cuando, en medio de la desesperanza, nos muestra la oración como camino de serenidad
-Nos visita cuando, al participar en la Eucaristía, sentimos que Cristo es el Agua Viva que necesitábamos para ser fuertes en medio del vendaval de la vida
-Nos visita cuando mueren, externamente, personas a los cuales estábamos unidos pero que, por la fe, sabemos que hay una respuesta más allá del fracaso aparente.
2.- Hace algún tiempo, el Papa Francisco, nos recordaba que el gran inconveniente para permitir que Jesús nos levante es la “fascinación por lo provisional”. Y, eso, es cierto. Lo provisional, el endiosamiento de todo lo aparente, es un dique sólido que se interpone entre nosotros y Dios. Entre nuestras soledades y orfandades y la mano de un Señor que, siempre, sale a nuestro en nuestras horas más amargas. Las propuestas definitivas que nos hace Jesús chocan de lleno con aquellos otros pasteles de merengue o azúcar que nuestro entorno nos presentan en el escaparate del bienestar personal, familiar, político, económico o social.
Hoy, como ayer, Dios sigue actuando en persona. En millones de personas que, postradas en el suelo, sienten que la fe les levanta y les redime. ¿Qué ocurre entonces? ¿Por qué no se divulga con tanta fuerza el bien como el mal? ¿Por qué la sordina se impone siempre a lo divino y eterno y, en cambio, se coloca amplificador a lo humano y caduco?
Hoy, con el evangelio en la mano, nos acordamos de tantas familias que ven a sus hijos muertos en vida (droga, alcohol, vida fácil, sensualismo, falta de horizontes, alejados de la práctica religiosa, sin fuerza vital porque, el futuro, no tiene nada que ofrecer…). A pesar de todo, los sacerdotes, los cristianos y la misma Iglesia siempre tendrá que repetir una y otra vez: ¡NO TODO ESTÁ PERDIDO! Dios está aquí.
 

 
Mayo

¡QUÉ ENCANTO TIENE LA TRINIDAD!
 
Fiesta en honor a DIOS. El homenaje a la UNIDAD de tres personas que, siendo diferentes, deja a la intemperie nuestra dispersión, la ruptura del mundo y de las cosas, del ser humano y de las estructuras sociales. ¿El secreto y el encanto de la Santísima Trinidad? ¡Ni dudarlo! ¡El amor!
1.- Con Jesús, en este día, remontamos hacia las alturas y –como el montañero que ha sabido intuir y valorar la importancia de las herramientas de escalada- contemplamos con el Resucitado los tres anillos fundidos en oro de la misma naturaleza y con los mismos quilates : PADRE, HIJO Y ESPIRITU SANTO.
¿Cómo puede Jesús dirigirse a DIOS si Él es DIOS”? Buena pregunta para una sencilla respuesta: Jesús nos enseña a optar por El, pero como camino hacia el Padre. No pretende que nos quedemos exclusivamente en El. Nos empuja nadar aguas arriba, como aquel que quiere encontrar su nacimiento o el origen del todo.
2.- ¿A dónde nos lleva el Misterio de la Santísima Trinidad?
Nos enseña que DIOS es familia y que, nosotros, formamos parte de ella aunque no lleguemos a comprender ni entender todo el entresijo y la riqueza que encierra.
Dios es AMOR y, nosotros, participamos de esa fusión única y maravillosa que existe entre las tres personas.
Dios es COMUNIÓN y, nosotros, la contemplamos y la comemos, la vivimos y la palpamos, la añoramos y la necesitamos ante la fragmentación existente en nuestro entorno, en las galaxias de nuestros afectos, en nuestras luchas, proyectos y fatigas.
Dios es ÚNICO y, nosotros, le damos gloria y alabanza porque nuestra FE nos dice que en Él está puesta nuestra esperanza, nuestro ser iglesia, nuestra vida cristiana que ha de ser siempre trinitaria.
3.- ¿Qué reina y qué tiene la Santísima Trinidad?
En la Trinidad brota el amor y el amor siempre produce abundancia de frutos. En nosotros, cuando acampa el egoísmo, nuestra vida sólo produce esterilidad.
En la Trinidad nace y se REVELA el amor que se hace servicio. En nuestro entorno (medios de comunicación, en la pareja, en la sociedad...) se confunde amor con placer. Y con el poder (no con el servicio) se compra muchas veces el simple placer olvidando y descafeinando el amor.
En la Trinidad, Jesús, nos presenta el rostro, el número, la identidad, la grandeza, el apellido de su familia invitándonos a dar razón y testimonio de ella: ¡ID POR EL MUNDO!.
Como cristianos, que participamos de esa comunión de las tres personas, estamos llamados a dar a conocer la buena fama y la solera de esta gran familia que es la Santísima Trinidad. Quien se acerca hasta ella, siempre tiene ganas de volver de nuevo.
Tengamos, además, un recuerdo especial y agradecido por todas las comunidades contemplativas que, más allá de los muros y de las rejas, rezan por nosotros en un acto de comunión delicada y marcada por un amor profundo a Dios.
 

Recibid el Espíritu Santo
 
Ven Espíritu Creador e infunde en nosotros la fuerza y el aliento de Jesús. Sin tu impulso y tu gracia, no acertaremos a creer en él; no nos atreveremos a seguir sus pasos; la Iglesia no se renovará; nuestra esperanza se apagará. ¡Ven y contágianos el aliento vital de Jesús!
Ven Espíritu Santo y recuérdanos las palabras buenas que decía Jesús. Sin tu luz y tu testimonio sobre él, iremos olvidando el rostro bueno de Dios; el Evangelio se convertirá en letra muerta; la Iglesia no podrá anunciar ninguna noticia buena. ¡Ven y enséñanos a escuchar sólo a Jesús!
Ven Espíritu de la Verdad y haznos caminar en la verdad de Jesús. Sin tu luz y tu guía, nunca nos liberaremos de nuestros errores y mentiras; nada nuevo y verdadero nacerá entre nosotros; seremos como ciegos que pretenden guiar a otros ciegos. ¡Ven y conviértenos en discípulos y testigos de Jesús!
Ven Espíritu del Padre y enséñanos a gritar a Dios "Abba" como lo hacía Jesús. Sin tu calor y tu alegría, viviremos como huérfanos que han perdido a su Padre; invocaremos a Dios con los labios, pero no con el corazón; nuestras plegarias serán palabras vacías. ¡Ven y enséñanos a orar con las palabras y el corazón de Jesús!
Ven Espíritu Bueno y conviértenos al proyecto del "reino de Dios" inaugurado por Jesús. Sin tu fuerza renovadora, nadie convertirá nuestro corazón cansado; no tendremos audacia para construir un mundo más humano, según los deseos de Dios; en tu Iglesia los últimos nunca serán los primeros; y nosotros seguiremos adormecidos en nuestra religión burguesa. ¡Ven y haznos colaboradores del proyecto de Jesús!
Ven Espíritu de Amor y enséñanos a amarnos unos a otros con el amor con que Jesús amaba. Sin tu presencia viva entre nosotros, la comunión de la Iglesia se resquebrajará; la jerarquía y el pueblo se irán distanciando siempre más; crecerán las divisiones, se apagará el diálogo y aumentará la intolerancia. ¡Ven y aviva en nuestro corazón y nuestras manos el amor fraterno que nos hace parecernos a Jesús!
Ven Espíritu Liberador y recuérdanos que para ser libres nos liberó Cristo y no para dejarnos oprimir de nuevo por la esclavitud. Sin tu fuerza y tu verdad, nuestro seguimiento gozoso a Jesús se convertirá en moral de esclavos; no conoceremos el amor que da vida, sino nuestros egoísmos que la matan; se apagará en nosotros la libertad que hace crecer a los hijos e hijas de Dios y seremos, una y otra vez, víctimas de miedos, cobardías y fanatismos. ¡Ven Espíritu Santo y contágianos la libertad de Jesús!
 

 
Abril

Bienaventuranzas de la solidaridad
 
Las Bienaventuranzas revelan el estilo de vida de Jesús y los primeros frutos de la vivencia del Reino de Dios. Ellas canalizan la alegría de seguir a Jesús, como expresa Pablo a las primeras comunidades: “Alegraos siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alegraos. Que vuestra bondad sea conocida por todos los hombres. El Señor está cerca” (Fil 4, 4-5).
Las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad; expresan la vocación de los fieles asociados a la gloria de su Pasión y de su Resurrección; iluminan las acciones y las actitudes características de la vida cristiana; son promesas paradójicas que sostienen la esperanza en las tribulaciones; anuncian a los discípulos las bendiciones y las recompensas ya incoadas; quedan inauguradas en la vida de la Virgen María y de todos los santos.
Las Bienaventuranzas descubren la meta de la existencia humana, el fin último de toda persona: Dios nos llama a la felicidad de vivir en plena comunión con él y con nuestros hermanos. Todos nosotros tenemos esta vocación a nivel personal; además, la felicidad es componente esencial de nuestra vida como Iglesia, el pueblo nuevo que acogió la promesa del Redentor y vive su fe como miembro del cuerpo de Cristo activo en la historia. Cada Bienaventuranza y todas ellas juntas, nos muestran cómo hacer presente el Reino de Dios a nuestro alrededor y así construir la Civilización del Amor. Al adoptar el estilo de vida, los criterios y los valores del Maestro como parte esencial de la vida diaria, damos testimonio de Jesús, vivo y activo en nosotros, quien transforma todo cuanto nos rodea.
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Marzo

EL PAPA EN SANTA MARTA: ‘DEBEMOS PERDONAR COMO LO HACE DIOS, OLVIDANDO’
 
El tiempo de cuaresma “nos prepare el corazón” al perdón de Dios y debemos perdonar nosotros como Él lo hace, es decir, “olvidando” las culpas de los demás. Así lo deseó el papa Francisco al finalizar la homilía de la misa celebrada esta mañana en Santa Marta. De este modo, advirtió que la perfección de Dios tiene un punto débil exactamente allí donde la imperfección humana tiende a no hacer descuentos: la capacidad de perdonar.
Reflexionando sobre las lecturas del día, el Santo Padre indicó que el Evangelio presenta la célebre pregunta de Pedro a Jesús: ¿cuántas veces debo perdonar a un hermano que ha cometido una culpa en mi contra? La lectura del profeta Daniel, está centrada en la oración de joven Azarías, condenado a muerte en un horno por haber rechazado adorar a un ídolo de oro, invoca entre las llamas la misericordia de Dios para el pueblo, pidiéndole contemporáneamente perdón para sí. Tal y como precisó el Papa, esta es la forma correcta de rezar. Sabiendo poder contar con un aspecto particular de la bondad de Dios.
Así, precisó en la homilía que “cuando Dios perdona, su perdón es tan grande que es como si olvidase”. Y añadió que es todo lo contrario a lo que hacemos nosotros con los chismorreos: “’pero este ha hecho eso, ha hecho eso, ha hecho eso’…y nosotros tenemos de tantas personas la historia antigua, media, medieval y moderna ¿eh? y no olvidamos”. ¿Por qué? El Pontífice explicó que es porque no tenemos el corazón misericordioso. Las lecturas del joven Azarías es un llamamiento a la misericordia de Dios, para que nos dé el perdón y la salvación y olvidemos nuestros pecados.
Por otro lado, en el pasaje del Evangelio para explicar a Pedro que es necesario perdonar siempre, Jesús cuenta la parábola de los dos criados, el primero que obtiene el perdón de su rey, aun debiéndole una cifra enorme, y él mismo incapaz poco después de ser igualmente misericordioso con otro que le debía una pequeña cifra.
Al respecto, el Santo Padre señaló que “en el Padre Nuestro rezamos: ‘perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden’. Es una ecuación, van juntas. Si tú no eres capaz de perdonar, ¿cómo podrá perdonarte Dios? Él te quiere perdonar, pero no podrá si tú tienes el corazón cerrado y la misericordia no puede entrar. ‘Pero, Padre, yo perdono pero no puedo olvidar esa cosa fea que me han hecho…’. ‘Entonces pide al Señor que te ayude a olvidar’: pero esto es otra cosa. Se puede perdonar, pero olvidar no siempre se consigue. Pero ‘perdonar’ y ‘me la pagarás’: ¡eso no!
El Santo Padre indicó que es necesario perdonar como lo hace Dios, perdonar al máximo. Y añadió que “el perdón que nos da Dios siempre es misericordia”. Finalmente, manifestó su deseo para que la cuaresma “nos prepare el corazón para recibir el perdón de Dios”. Pero recibirlo y después hacer lo mismo con los otros: perdonar de corazón. “Quizá no me saludes nunca, pero en mi corazón yo te he perdonado. Y así nos acercamos a esta cosa tan grande, de Dios, que es la misericordia”, observó. Al concluir, el Pontífice reconoció que perdonando abrimos nuestro corazón, Porque la misericordia de Dios entra y nos perdona, a nosotros. Porque todos nosotros tenemos motivos para pedir perdón: todos. Perdonemos y seremos perdonados. Tengamos misericordia con los otros y sentiremos esta misericordia de Dios que, cuando perdona ‘olvida’”.
 

 
Enero

Mensaje del Papa Francisco - Jornada Mundial del emigrante y el refugiado
 
“Emigrantes y refugiados nos interpelan.
La respuesta del Evangelio de la misericordia”

Queridos hermanos y hermanas En la bula de convocación al Jubileo Extraordinario de la Misericordia recordé que “hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre” (Misericordiae vultus, 3). En efecto, el amor de Dios tiende alcanzar a todos y a cada uno, transformando a aquellos que acojan el abrazo del Padre entre otros brazos que se abren y se estrechan para que quien sea sepa que es amado como hijo y se sienta “en casa” en la única familia humana. De este modo, la premura paterna de Dios es solícita para con todos, como lo hace el pastor con su rebaño, y es particularmente sensible a las necesidades de la oveja herida, cansada o enferma. Jesucristo nos habló así del Padre, para decirnos que él se inclina sobre el hombre llagado por la miseria física o moral y, cuanto más se agravan sus condiciones, tanto más se manifiesta la eficacia de la misericordia divina.  
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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA CELEBRACIÓN DE LA XLIX JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ 1 DE ENERO DE 2016
Vence la indiferencia y conquista la paz

 
1. Dios no es indiferente. A Dios le importa la humanidad, Dios no la abandona.
Al comienzo del nuevo año, quisiera acompañar con esta profunda convicción los mejores deseos de abundantes bendiciones y de paz, en el signo de la esperanza, para el futuro de cada hombre y cada mujer, de cada familia, pueblo y nación del mundo, así como para los Jefes de Estado y de Gobierno y de los Responsables de las religiones. Por tanto, no perdamos la esperanza de que 2016 nos encuentre a todos firme y confiadamente comprometidos, en realizar la justicia y trabajar por la paz en los diversos ámbitos. Sí, la paz es don de Dios y obra de los hombres. La paz es don de Dios, pero confiado a todos los hombres y a todas las mujeres, llamados a llevarlo a la práctica.
 
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