Un hombre muy listo envió a sus hijos a visitar al más sabio de todos los hombres para que aprendiera el Secreto de la Felicidad. Y todo porque aquellos jóvenes eran unos tristes que no sabían lo que querían de la vida.
Aquellos hijos anduvieron durante cuarenta días por el desierto, hasta que fueron llegando uno a uno a un gran bosque, en lo alto de la montaña. Allí vivía el sabio que buscaban.
El primer joven entró en una sala y se acercó para hablar con aquel hombre sabio…
Dime, ¿en qué te puedo ayudar?...
Busco el secreto de la felicidad.
El sabio escuchó atentamente, entonces le dio una lección… mejor hacía otra cosa.
Coge este hermoso pañuelo, tápate los ojos y pasea por los rincones del bosque y vuelve más tarde.
El joven hizo lo que le mandaba el sabio, con los ojos vendados intentó caminar, pero malamente podía avanzar, después de mucho tiempo, desesperado, tiró el pañuelo y volvió a ver al sabio…
¿Qué tal? ¿Viste toda la belleza, árboles y animales de este bosque?.
Imposible, no he visto nada, no encontré la felicidad…
Aquel joven se sentó enfadado. Entonces el sabio vio que aparecía otro joven…
Dime joven, ¿qué puedo hacer por tí?.
Señor, busco el secreto de la felicidad.
Está bien, sólo te pido un favor. Mientras paseas por el bosque, lleva esta cucharita y cuida que el huevo no se caiga…
El joven comenzó a caminar por las sendas del bosque manteniendo siempre los ojos fijos en la cuchara. Pasadas las dos horas, retornó a la presencia del sabio.
¿Qué tal? ¿Viste toda la belleza, árboles y animales de este bosque?.
Imposible, no he visto nada, no encontré la felicidad…
El joven estaba avergonzado. Su única preocupación había sido no tirar el huevo.
Aquel joven se sentó. Entonces el sabio vio que aparecía otro joven…
Dime joven, ¿qué puedo hacer por tí?.
Señor, busco el secreto de la felicidad.
Está bien, sólo te pido un favor. Mientras caminas llevarás esta vela encendida, ten cuidado que no se apague.
El joven tomó la vela encendida y se puso a pasear por el bosque, intentaba mirar con atención todo que se encontraba, pero imposible la vela le exigía mucha atención.
¿Qué tal? ¿Viste toda la belleza, árboles y animales de este bosque?.
Imposible, no he visto nada, no encontré la felicidad…
El joven no había visto nada. Su única preocupación había sido que la vela no se apagara.
Entonces el sabio vuelve a llamar a los tres niños para darles una lección.
¡Venid un momento, que os veo un poco torpes y ciegos de la vida!.
Vais a pasear por mi bosque, pero esta vez tu llevarás el pañuelo en la mano, y tú la cuchara vacía, y tú la vela apagada.
Entonces sí que pudieron disfrutar del paseo: Vieron los árboles, las montañas a su alrededor, la belleza de las flores, todos los caminos y animales del lugar.
De regreso a la presencia del Sabio, le contaron todo lo que habían visto. Y el sabio les dijo…
¿Os habéis dado cuenta de cómo podemos encontrar la felicidad?.
Sí, está muy claro. El Secreto de la Felicidad está en abrir bien los ojos y saber mirar y disfrutar de todo lo que tienes a tu alrededor, y no andar como ciego preocupado por tantas cosas que nos atontan.