Un hombre tenía un terrenito al pie de su casa.
Durante algún tiempo se dedicó a limpiarlo quitando sus malas hierbas. Su deseo era tener su propio jardín, un lugar agradable en el que pasar tardes al sol y disfrutarlo con amigos y familiares.
Será fantástico. Les reuniré a todos aquí para la gran inauguración. Habrá aceitunas, ganchitos y fronskins
Y con este pensamiento preparó invitaciones y llamó por teléfono a un montón de gente. El día señalado, uno a uno fueron llegando a su jardín
(entra niño 1 con una bolsita de semillas)
Haaaaala. ¡Que guay! ¡ semillas de rosal! ¿Qué quieres tomar?
Nada, nada. Me voy.
(sale niño 1) y (entra niño 2 llevando un esqueje o arbolito)
Vaya, ¿de verdad me regalas este arbolito?. Siéntate y cuéntame cómo te va
Uff, ando con mucha prisa. Adiós
(sale niño 2) y (entra niño 3 el cual trae una regadera)
Desde luego si quiero un jardín necesitaré una regadera. Toma un aperitivo
Ni hablar. Me voy pitando
(sale niño 3)
Gel iba observando todo lo que le iban dejando ¡que bien que hubiera tantos regalos!
(entra niño 4; este porta un busto)
¿Cómo estás salado?. No me lo puedo creer: una auténtica escultura romana para mi centro de jardín. Esto merece un brindis
En otro momento chato. Adiós
(sale niño 4)
Empezaba a anochecer y Gel miró todas aquellas cosas. Desde luego eran necesarias para embellecer su jardín y sin embargo….
No sé que me ocurre. Debería estar contento pero no veo que mi jardín tenga vida ni resplandezca
En estas se abrió la cancela del jardín
(entra niño 5)
Hola. No he podido traerte nada pero tenía tantas ganas de verte…. ¡Un abrazo amigo!
Y así fundidos en un abrazo es como Gel descubrió donde estaba la verdadera luz de su jardín.