El Secreto de la Felicidad

NARRADOR:

Un hombre muy listo envió a sus hijos a visitar al más sabio de todos los hombres para que aprendiera el Secreto de la Felicidad. Y todo porque aquellos jóvenes eran unos tristes que no sabían lo que querían de la vida.
 Aquellos hijos anduvieron durante cuarenta días por el desierto, hasta que fueron llegando uno a uno a un gran bosque, en lo alto de la montaña.  Allí vivía el sabio que buscaban.
El primer joven entró en una sala y se acercó para hablar con aquel hombre sabio…

SABIO:

Dime joven, ¿qué vienes a buscar, en qué te puedo ayudar?...

JOVEN 1:

Espero que usted pueda ayudarme, busco el secreto de la felicidad.

 

NARRADOR:

El sabio escuchó atentamente el motivo de su visita, pero le dijo que en aquel momento no tenía tiempo de explicarle el Secreto de la Felicidad, que mejor hacía otra cosa.

SABIO:

Coge este hermoso pañuelo, tápate los ojos y pasea por los rincones del bosque y vuelve más tarde.

NARRADOR:

El joven hizo lo que le mandaba el sabio, con los ojos vendados intentó caminar, pero malamente podía avanzar, después de mucho tiempo, desesperado, tiró el pañuelo y volvió a ver al sabio…

SABIO:

¿Qué tal? ¿Viste toda la belleza, árboles y animales de este bosque?.

JOVEN 1:

Imposible, no he visto nada, no encontré la felicidad…

NARRADOR:

Aquel joven se marchó. Entonces el sabio vio que aparecía otro joven…

SABIO:

Dime joven, ¿qué vienes a buscar, qué puedo hacer por tí?.

JOVEN 2:

Espero que usted pueda ayudarme, busco el secreto de la felicidad.

SABIO:

Está bien, sólo te pido un favor. Mientras caminas, lleva esta cucharita y cuida que el líquido no se derrame.

NARRADOR:

El joven comenzó a caminar por las sendas del bosque manteniendo siempre los ojos fijos en la cuchara.  Pasadas las dos horas, retornó a la presencia del sabio.

SABIO:

¿Qué tal? ¿Viste toda la belleza, árboles y animales de este bosque?.

JOVEN 2:

Imposible, no he visto nada, no encontré la felicidad…

NARRADOR:

El joven avergonzado, confesó que no había visto nada.  Su única preocupación había sido no derramar las gotas de aceite que el Sabio le había confiado.

NARRADOR:

Aquel joven se marchó. Entonces el sabio vio que aparecía otro joven…

SABIO:

Dime joven, ¿qué vienes a buscar, qué puedo hacer por tí?.

JOVEN 3:

Espero que usted pueda ayudarme, busco el secreto de la felicidad.

SABIO:

Está bien, sólo te pido un favor. Mientras caminas llevarás esta vela encendida, ten cuidado que hay mucha corriente por los rincones del bosque.

NARRADOR:

El joven tomó la vela encendida y se puso a pasear por el bosque, intentaba mirar con atención todo que se encontraba, pero imposible la vela le exigía mucha atención.

SABIO:

¿Qué tal? ¿Viste toda la belleza, árboles y animales de este bosque?.

JOVEN 3:

Imposible, no he visto nada, no encontré la felicidad…

NARRADOR:

El joven avergonzado, volvió con el sabio, no había visto nada.  Su única preocupación había sido que la vela no se apagara, tal como el Sabio le había dicho.
Entonces el sabio vuelve a llamar a los jóvenes para darles una lección.

SABIO:

¡Jóvenes, venid un momento, que os veo un poco torpes y ciegos de la vida!.
Vais a pasear por mi bosque, pero esta vez tu llevarás el pañuelo en la mano, y tú la cuchara vacía, y tú la vela apagada.

NARRADOR:

Entonces sí que pudieron disfrutar del paseo: Vieron los árboles, las montañas a su alrededor, la belleza de las flores, todos los caminos y animales del lugar. 
De regreso a la presencia del Sabio, le contaron todo lo que habían visto. Y el sabio les dijo…

SABIO:

¿Os habéis dado cuenta de cómo podemos encontrar la felicidad?.  Los jóvenes miraron el pañuelo, la cuchara y se dieron cuenta de lo que había sucedido.

CATEQUISTA:

Sí, está muy claro.  El Secreto de la Felicidad está en abrir bien los ojos y saber mirar y disfrutar de todo lo que tienes a tu alrededor, y no andar como ciego preocupado por tantas cosas que nos atontan.