Había una vez un chico llamado……… a quien le encantaba chulearse por todo. Presumía muchísimo de todas las cosas que tenía, de todo lo que sabía hacer y decía que no necesitaba a nadie. Su abuelo se le acercó un día y le dijo:
Te apuesto un bolsón de gusanitos a que no eres tan importante como te crees, y además necesitas tener amigos. Te chuleas mucho, pero tienes que darte cuenta de que necesitas a la gente.
…….. aceptó la apuesta sin dudarlo, pero como no sabía muy bien cómo probar que su abuelo no tenía razón, le preguntó a su abuelo. Ésta respondió:
Tengo justo lo que necesitas en el desván. Espera un momento.
El abuelo salió y al poco volvió como si llevara algo en la mano, pero ……… no vio nada.
Abuelo, te has vuelto loco, ¿qué haces con las manos?
Cógela. Es una silla muy especial. Como es invisible, es difícil sentarse, pero si la llevas al cole y consigues sentarte en ella, activarás su magia y podrás descubrir lo importante que es tener amigos y gente que te quiera.
………, valiente y decidido, tomó aquella extraña silla invisible y se fue con ella al colegio. Al llegar la hora del recreo, pidió a todos que hicieran un círculo y se puso en medio, con su silla.
No os mováis, vais a ver algo alucinante.
Entonces se fue a sentar en la silla, pero como no la veía, falló y se calló de culo. Todos se echaron unas buenas risas.
Esperad, esperad, que no me ha salido bien.
Y ………. volvía a intentarlo.
Pero volvió a fallar, provocando algunas caras de extrañeza, y las primeras burlas. Mario no se rindió, y siguió tratando de sentarse en la mágica silla de su abuela, pero no dejaba de caer al suelo...
Esperad, ya veréis como ahora sale bien.
Pero se volvía a caer y ………. volvía a intentarlo.
Esperad, ahora lo voy a conseguir, su magia funcionará.
Pero se volvía a caer y ………. volvía a intentarlo.
hasta que de pronto, una de las veces que fue a sentarse, no calló y se quedó sentado en el aire...
Lo veis, me he sentado, pero… ¿cómo es posible…?
Y entonces, comprobó la magia de la que habló su abuelo.
Al mirar alrededor pudo ver a …………, …….…. y …….…., tres de sus compañeros, sujetándole para que no cayera, ya no se reían ni se burlaban de él, al contrario, le habían ayudado para que nadie más viera el ridículo que estaba haciendo.
Y ahí paró el numerito, y retirándose con sus tres verdaderos amigos, les explicó cómo sus ingeniosos abuelos se las habían apañado para enseñarle…
Qué razón tenía mi abuelo, necesitamos de los buenos amigos, gente que nos quiera y se preocupe por nosotros. Que teniendo amigos de verdad siempre te van a ayudar.
Aquella tarde, los cuatro fueron a ver al abuelo para pagar la apuesta, y lo pasaron genial escuchando sus historias y tomando gusanitos hasta reventar.
Y desde entonces, muchas veces usaron la prueba de la silla, y cuantos la superaban resultaron ser amigos para toda la vida.