Señor, por tu nacimiento en pobreza, líbranos del apego a los bienes. Por tu nacimiento en humildad, concédenos un corazón manso y humilde. Por tu nacimiento gozoso, ayúdanos a enjugar las lágrimas de los que sufren. Por tu nacimiento salvador, haz que sintamos hambre y sed de justicia. Por tu nacimiento en bondad y misericordia, danos entrañas de compasión. Por tu nacimiento en paz, pacifica nuestra mente y nuestro corazón y haznos testigos de la no violencia. Por tu nacimiento en marginación, confórtanos para que podamos confortar a los oprimidos.

Bendición mesa Nochebuena
Bendice, Señor, nuestra mesa esta noche, que nuestra casa sea la casa de todos, que acoja tu Palabra de amor y perdón. Danos pan y trabajo, danos fuerza y ternura para ser personas abiertas y justas, que luchen por un mundo donde haya muchas noches buenas como esta, en la que hace dos mil años quisiste hacerte hombre entre nosotros. Haznos recordar en esta noche que hemos sido hechos para vivir juntos, como hermanos, y no para que haya estómagos vacíos, tampoco para que haya miedos, ni víctimas de las guerras, ni de cualquier injusticia. Haz que tengamos fe para vencer las tentaciones y la desesperanza, y sepamos así ser luz sobre las tinieblas del pesimismo. Haznos comprender que nuestros sueños se harán realidad, si trabajamos para conseguirlos. Y para ello necesitamos tu ayuda. Bendice, Señor, esta casa y esta familia, donde Tu siempre serás bienvenido.

Señor, ven a socorrernos. Conoces nuestras miserias, pero sabemos que nos miras con cariño. Sé Tú mismo: el infinitamente compasivo y misericordioso. Levántanos con tu mano, si nos ves caídos. Si nos ves enfermos o con heridas, cúranos con el aceite de tu Espíritu. Si nos ves sucios o manchados, límpianos con el agua de tu Espíritu. Si nos ves tímidos o fríos, fortalécenos con el fuego de tu Espíritu. Si nos ves equivocados o ciegos, enséñanos con las luces de tu Espíritu. Si nos ves tristes o llorosos, alégranos con la risa de tu Espíritu. Si nos ves mezquinos o egoístas, agrándanos con el amor de tu Espíritu. Si nos ves solos o excluidos, acompáñanos con la presencia de tu Espíritu. Ven y no nos abandones nunca, Señor.

Señor, porque eres amor y necesitas amar, siempre es adviento para Ti, siempre es hora de amar para Ti. Y ese adviento permanente nos llena de alegría, al saber que no eres un Dios alejado, que se desentiende de nosotros, sino el Emmanuel que quiere estar siempre acompañándonos. Somos \"necesidad\" de Ti: necesitamos que vengas a llenar esa necesidad. Somos tierra reseca y tu adviento es el agua que sacia nuestra sed. Sabemos que en este tiempo nos invitas de una manera especial a la reflexión, a la conversión. Intentaremos mantenernos en esperanza permanente. Intentaremos que tu adviento permanente encuentre en nosotros la acogida que Tu esperas y que nosotros necesitamos darte.

Señor, enséñame a orar, a hacer silencio en mi vida para escuchar tu voz, descansar en tu mirada y sentir tu abrazo cercano. Aclara mi mirada, que está confundida. A veces pasas por delante de mí y no te conozco. Insiste, porque soy duro-a de oído y terco-a. Me cuesta reconocer tu voz. Está tu Reino cerca y no me doy cuenta. Ayúdame a discernir lo que realmente importa: seguir tus pasos. Ayúdame a dejar las actitudes egoístas del hombre viejo que llevo dentro. Dame valor y decisión para convertirme, para afrontar los cambios que me pides, para ser levadura y fermento en este mundo que pide a gritos la irrupción de tu Reino.

Señor, no permitas que pierda la fe, aunque a veces me asalte la duda. No permitas que pierda la esperanza, aún sabiendo que el futuro puede resultar difícil. No permitas que pierda las ganas de ayudar a los demás, aunque sepa que a veces no me agradecen la ayuda. No permitas que pierda el sentido de la justicia, aunque el perjudicado pueda ser yo. No permitas que pierda las ganas de ser grande, sin dejar de reconocer mi pequeñez. No permitas que pierda la fortaleza interior, aunque a veces me disguste todo lo que veo a mi alrededor. No permitas que pierda las ganas de vivir, aunque a veces la vida resulte dolorosa.

En estos días especialmente dedicados a los difuntos te pido, Señor, por aquellos a los que me unen más estrechos vínculos de gratitud, justicia y parentesco. Seguro que contigo se encuentran más felices que lo estuvieron conmigo. Y aprovecho también para pedirte por aquellos difuntos por los que nuca te pedí: por tantos y tantas personas que pasaron por mi vida y que directa o indirectamente me hicieron favores, de los que yo ni siquiera me dí cuenta. Seguro que Tu les pagarás con creces mi descuido. Y aprovecho asimismo para poner en tus manos mi vida y mi muerte. Púleme, dómame el tiempo que me quede, Señor, para poder entrar en tu banquete con el vestido de fiesta. Te entrego lo que tengo, lo que Tu, generoso, me donaste. También mi cansancio y mis pecados. ¡Qué bien sabes echarlos en el olvido, Señor!

Tenemos tiempo para todo, menos para Ti, Señor. Nos hablan de todo, menos de Ti, Señor. Nos han creado hambre de todo, menos de Ti, Señor.
Hazme comprender que es poco lo verdaderamente necesario, pues, a pesar de saberlo ya, me voy llenando de cosas y más cosas inútiles. Y el ansia de tenerlo todo me embota la mente, me hace olvidarme de los demás. Incluso me justifico y me atrevo a decir: "los pobres, que trabajen, que espabilen".
Dame, Señor, sensibilidad para dar, dame conformidad para vivir con poco, dame la felicidad que viene de la austeridad. No permitas que vivamos felices en solitario, haznos sentir la angustia de la miseria universal y líbranos de nuestro egoísmo.

Señor, son muchas las personas que han dejado huella en mí, las que me han ayudado a enriquecerme. Quisiera darle gracias a aquel que, inesperado, pero oportuno, supo escucharme comprensivo. A aquel que, estando lejos, experimenté cercano. A aquel que supo corregirme con cariño y me ayudó a levantarme. A aquel que, con su vida incansable, me invitó a luchar. Soy lo que soy gracias a muchas personas, pequeñas y grandes, amigas y anónimas. Gracias a aquel que me enseñó a ver lo positivo de las cosas. A aquel que, por necesitar de mí, me hizo sentirme más útil. A aquel que, con su gran bondad, estimuló más en mí el deseo de ser mejor. Y te doy gracias también a Ti, Señor, porque sé que, a través de ellos, me estabas hablando Tu.

Acuérdate, Señor, de mi amigo-a Mengano-a, que está desempleado-a, y de todos los parados del mundo, especialmente de los que se hallan en una situación más desesperada. Apiádate de su malestar, de su baja autoestima, de su dramática zozobra. Y dales, Señor, solidaridad a los que pueden crear o compartir trabajo, inspira a los que pueden poner en marcha una nueva sociedad solidaria, en la que haya trabajo para todos. Ayúdanos a acabar con la injusticia de quienes especulan con el desempleo y hacen de él una fuente odiosa y fraudulenta de ingresos injustos. Ayúdanos a acabar con los acaparadores, que se complacen en el despilfarro y en la ostentosa exhibición de toda clase de signos de riqueza.

Porque nuestros proyectos se desmoronan y fracasan y el éxito no nos llena como ansiamos, porque el amor más grande deja huecos de soledad, porque nuestras miradas no rompen barreras, porque, queriendo amar, nos herimos, porque chocamos continuamente con nuestra fragilidad, porque nuestras utopías son de cartón y nuestros sueños se evaporan al despertar, porque nuestra salud descubre mentiras de grandeza y la muerte es una pregunta que no sabemos responder, porque el dolor es un amargo compañero y la tristeza una sombra en la oscuridad, porque esta sed no encuentra fuente y nos engañamos con tragos de sal...al fin, en la raíz, en lo hondo, sólo quedas Tu: sólo tu sueño me deja abrir los ojos, sólo tu mirada acaricia mi ser, sólo tu amor me deja sereno, sólo en Ti descansa mi debilidad, sólo ante Ti se rinde la muerte, sólo Tu eres mi roca y mi descanso.

Me desconciertan, Señor, muchas personas de mi entorno, porque los veo en otro "mundo", distinto del mío, distinto del Tuyo. Tu Evangelio, tus valores...todo es contracorriente. Por eso me da miedo hablar de Ti, Señor, porque lo Tuyo no está de moda y además cambia la vida y eso no se acepta bien. Me da miedo el fracaso, el que se burlen de mi, pero siento que Tu me pides que dé el primer paso, que me acerque, que me meta en su mundo. Señor, Tu eres el Dios que rompe distancias: enséñame tu pedagogía, enséñame a hacerme el encontradizo con los que se sitúan al margen del camino o se fueron "de casa" buscando aventuras, o se quedaron en casa sin sentirse hijos de verdad, como el hijo mayor de la parábola.

Me has llamado, Señor, a predicar en el desierto de una sociedad que piensa que lo tiene todo y no te necesita. Mi voz queda apagada por el ruido de los que viven satisfechos y creen que Dios es cosa del pasado. Pon, Señor, en los caminos de los que no creen señales que hablen de Ti, huellas de tu amor, para que te puedan encontrar y gozar de tu cariño de Padre. Que puedan experimentar la alegría y la dulzura de habitar en tu casa. Tu sabes lo que es buscar al que se perdió. Tu sabes lo que es esperar al que se marchó de casa. Tu sabes lo difícil que les resulta nacer de nuevo a quienes, como Nicodemo, les bastan sus saberes. Inspírame, Señor, también a mi gestos y palabras que lleguen al corazón de los satisfechos. Y, sobre todo, dame paciencia, confianza y ojos de resurrección para ver más allá de las apariencias y del momento presente.

Padre bueno, escucha nuestra oración. Queremos pedirte por la paz, que es fruto de la justicia, que es tarea de todos. Que no haya desigualdades, que ofenden la fraternidad a la que estamos llamados. Ayúdanos a construir una sociedad de hermanos, en la que todos tengan su lugar y nadie quede excluido. Queremos pedirte por los niños abandonados y maltratados de nuestro mundo, por tantos jóvenes sin rumbo, por tantos hombres y mujeres víctimas de la injusticia. Queremos poner en tus manos nuestra esperanza de un mundo nuevo, de una fraternidad verdadera y que cada día sea un paso adelante en la construcción de tu Reino. En tus manos está nuestra esperanza; en las nuestras, tus esperanzas, Señor.

Te doy gracias, Señor, por este nuevo día (semana). Ayúdame a vivirlo, abierto/a a las necesidades de los demás, haciéndome prójimo de aquellos que se crucen en mi camino y me necesiten. No dejes que me atrape el individualismo, que no se endurezca mi corazón con falsas justificaciones y prejuicios. Ilumina mis decisiones y abre mi corazón y mis manos para que puedan transmitir tu gran amor a través de gestos y actitudes de servicio generoso a mis hermanos. Que no busque más seguridades que tu aliento y tu presencia en el difícil camino del amor verdadero. Dame constancia y empuje para llevar adelante los proyectos y propuestas que me vayas presentando. Y que cada día sea un paso adelante en el camino al Reino.

Señor, mi corazón es soberbio; dame la gracia de la humildad. Los fracasos me hunden, las críticas me hieren, siento una necesidad apremiante de que todos me quieran. Abre, Señor, espacios libres dentro de mí, para que los podáis ocupar Tu y mis hermanos. Dame la gracia de sentirme feliz en el anonimato., la gracia de mantenerme sereno cuando se olviden de mí y cuando me desprecien. Dame la gracia de aceptar la crítica, o, al menos, de dudar de mí mismo cuando me corrijan. Concédeme hacer serenamente cada día una autocrítica. Señor, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo.

Señor, siento que el tiempo corre más cada día. De niño se me hacían largas las horas y los días y ahora ¡se me hacen tan breves! Como en los caserones viejos, van apareciendo en mí goteras y cansancios: las fuerzas ya no son las mismas, pero, por otro lado, respiro más seguro-a, más sereno-a y más libre de incertidumbres que acecharon mi juventud. Gracias, Señor, por la historia que has hecho conmigo, aunque a veces no me he sentido a gusto con mi vida. Gracias por la experiencia adquirida, por las buenas obras, que, con tu gracia, he podido realizar, por las palabras bien dichas. Como para Ti no pasan los años, acudo hoy a ponerme en tus brazos de Padre y Madre providente para que sigas siendo mi apoyo y mi sostén, para que la lógica pérdida de energías que el paso de los años me produce no mengüe para nada mi esperanza y mi confianza en Tí.

Señor, nuestro mundo presume de libertad, pero yo veo mucha esclavitud. Ser libre es romper con el egoísmo que nos atrapa, es mirar a todos con ojos de hermano, sintiéndolos iguales. Ser libre es reconocerse pequeño y limitado, pero también capaz de enfrentarse a los desafíos de la vida y superarse. Ser libre es superar las modas y prejuicios absurdos y luchar con valentía para cambiar aquello que se puede mejorar. Ser libre es saber decir que &"no&" cuando hay que decir que &"no&", aunque casi todo te anime a decir que &"sí&", y saber decir que &"sí&", cuando hay que decir que &"sí&", aunque casi todo te anime a decir que &"no&". Ser libre es hablar cuando hay que hablar, aunque sientas la tentación de callar y callar cuando hay que callar, aunque sientas la tentación de hablar. Tu, Señor, fuiste verdaderamente libre. Ayúdame a mí a ser más libre.

EN ESTO DE BUSCAR EXCUSAS SOY, SEÑOR, ESPECIALISTA. ANTE LA URGENCIA DE UNA RESPUESTA, ENCUENTRO SIEMPRE ARGUMENTOS PARA ESCABULLIRME. A VECES VEO, SEÑOR, LAS INJUSTICIAS DEL MUNDO, PERO ME DISCULPO, PENSANDO QUE NADA PUEDE CAMBIAR, QUE ESTO NO TIENE ARREGLO. LAS POCAS VECES QUE ME PUSE MANOS A LA OBRA ALGUNOS ME DIJERON QUE ESO NO IBA CONMIGO, QUE NO DEBEMOS METERNOS EN POLITICA, QUE LO NUESTRO ES OTRA COSA. QUIZA POR ESO OTRAS VECES NI SIQUIERA VEO LAS HERIDAS DE LOS MARGINADOS DEL MUNDO Y PIENSO QUE AQUI NO PASA NADA...PERO TU NOS DICES: \"DADLES VOSOTROS DE COMER\";, \"LO QUE HICISTEIS A ESTOS, LOS HUMILDES, A MI ME LO HICISTEIS\".

Que los sordos dejen de hacerse los sordos, que se limpien los oídos, que se atrevan a oir lo que tienen que oir: el grito y el llanto, la súplica y el silencio de los que ya no aguantan. Que los mudos tomen la palabra y hablen clara y libremente, que se libren de miedos y mordazas. Danos, Señor, oídos atentos y lenguas desatadas, tímpanos que se conmuevan para los que no oyen, palabras vivas para los que no hablan, micrófonos y altavoces sin trabas ni filtros. Que nadie deje de oir el clamor de los acallados, que se rompan las barreras de la incomunicación humana, que construyamos redes firmes para el encuentro, el diálogo y el crecimiento, en diversidad y tolerancia...Tu, que haces oir a los sordos y hablar a los mudos, ¡danos oídos atentos y lenguas desatadas!

Reina en mí la oscuridad, pero en Ti está la luz. Estoy solo/a, pero Tu no me abandonas. Estoy desalentado/a, pero en Ti está la ayuda. Estoy intranquilo/a, pero en Ti está la paz. La amargura me domina, pero en Ti está la paciencia. No comprando tus caminos, pero Tu sabes el camino para mí.
Que mi oído esté atento a tus susurros, Señor. Que el ruido cotidiano no tape tu voz. Que te encuentre, te reconozca y te siga. Que en mi vida brille tu luz. Que mis manos estén abiertas para dar y proteger. Que mi corazón tiemble con cada hombre y mujer que padecen. Que mi vida no sea estéril. Que deje un recuerdo cálido en la gente que encuentre. Que sepa hablar de paz, construir la paz. Que ame, aunque a veces duela. Que distinga en el horizonte las señales de tu obra. Todo esto deseo, todo esto pido, todo esto te ofrezco, Padre.

Señor Jesús, que nos has enseñado a dar la vida para vivir la plenitud del amor, enséñanos a dar el paso para vivir la Pascua en todo tiempo y lugar. Queremos seguir tu ejemplo. Enséñanos a descubrir el proyecto del Padre Dios para nuestras vidas y danos fuerzas para perseverar en el camino. Enséñanos a descubrir su fiel compañía a nuestro lado y muéstranos cómo abandonarnos en sus manos. Que no nos confunda la sorpresa de encontrar a Dios donde no lo esperábamos. Que estemos atentos a su voz antes de alzar la nuestra o antes de tomar decisiones. Que no nos importe que sus propuestas desarmen las nuestras y nos obliguen al cambio. Que no interfieran en nuestros oídos otras voces que nos inviten a la pasividad o a obedecer a otros dioses. Señor de la vida, queremos vivir la Pascua, queremos ser testigos de tu Resurrección.

Señor Resucitado, camina a nuestro lado, como con los discípulos de Emaús. Abre nuestros corazones, desátanos de la comodidad, de una fe sin compromiso. Pón nos en marcha: que no tengamos miedo a cambiar de camino. Danos una fe firme para soportar los embates del mundo. Que en todo lugar donde nos toque estar seamos capaces de impregnarlo de Evangelio. Que sepamos ser coherentes, transmitiendo lo que creemos con gestos y actitudes concretas, sin olvidarnos nunca de que la fe sin obras es una fe muerta. Que la oración sea la savia que nos nutre, que tus palabras sean los cimientos sólidos donde construir nuestras opciones y que toda nuestra vida, ofrecida en gestos concretos, sea el espejo de nuestro encuentro contigo.

Señor, Tu pasaste por el mundo haciendo el bien, mostrándonos el camino de la solidaridad efectiva, que pasa por estar siempre pendiente de las necesidades de los demás. Nos enseñaste lo que es vivir para los demás y amar hasta el extremo. Pero a mí me cuesta ser solidario, Señor. Con demasiada facilidad me aferro a las comodidades y cierro los ojos y el corazón ante los que sufren. Afina mi oído para acoger tu Palabra y escuchar a la vez los clamores de tantos necesitados que piden ayuda. Despójame de todo lo que me impide vivir tu Evangelio. Dame un corazón más blando con el que pueda amar de verdad, saliendo al encuentro de necesitado, sin escatimar tiempo ni esfuerzo. Que no flaqueen mis fuerzas, Señor, ni pierda la esperanza de poder construir, con todas las personas de buena voluntad, una sociedad nueva y fraterna, donde nadie se sienta extraño ni excluido.

Señor, tengo manchas de egoísmo, que me hace tacaño; de soberbia, que me hace vanidoso; de consumismo, que me hace competitivo; de inercia, que me hace pasota; de simpleza, que me hace superficial; de dureza, que me hace intransigente...Me cuesta mucho pedirte perdón y me resulta más difícil aún perdonar a los que me ofenden a mí. Soy como aquel empleado al que su señor le perdonó una deuda de diez mil talentos, pero él no se apiadó de su compañero que le debía cien denarios. Ya sé que la medida que uso la usarán conmigo. Por eso estoy preocupado y te pido experimentar tu perdón para darlo yo también a los demás, superando esta parálisis que me domina.

Señor, no me dejes caer en el orgullo si triunfo ni en la desesperación si fracaso. Más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo. Si me quitas la fortuna, déjame la esperanza. Si me quitas el éxito, déjame la fuerza para sobreponerme al fracaso. Si ofendo, dame valor para disculparme. Si soy yo el ofendido, dame valor para perdonar. Enséñame que el perdón es lo más grande del fuerte y que la venganza es la señal más primitiva del débil. Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles. Señor, si me olvido de Ti, no te olvides de mí.

Dame fuerzas, Señor, para vivir lo que creo, para dar siempre lo máximo, para cambiar y perdurar en el cambio, para no flaquear en la lucha diaria, para soportar las adversidades. Dame humildad para que no crea que lo se todo, para que no crea que ya he llegado a la meta , para estar dispuesto a aprender siempre de los demás. Dame sensibilidad para abrir los oídos y el corazón, para comprender antes de ser comprendido, para escuchar antes de ser escuchado, para pensar siempre lo mejor. Dame alegría para disfrutar de verdad de la vida y hacer disfrutar a otros, para contagiar entusiasmo, para encender la esperanza de los que me rodean, para ser de verdad luz y fermento en la construcción de tu reino.

¡Cuánto me cuesta. Señor, descubrir a veces por dónde pasa tu voluntad, ser fiel a tu Palabra y a tu ejemplo! En ocasiones no sé cómo aplicar tu mensaje, cómo actualizarlo a las situaciones y problemas de hoy. Quiero seguir tus pasos, quiero tomarme más en serio tu Evangelio. Ayúdame, Señor, a creer contra toda incredulidad, a actuar frente a tanta inmovilidad, a seguirte de verdad, a esperar siempre, frente al escepticismo creciente, a dar la vida, frente al "sálvese quien pueda", que me dicen otros. Dame tu Espíritu, Señor, que me llene de tu presencia, que haga más coherente mi vida con mis creencias y me permita ser fiel testigo de tu Reino.

Señor, dame energía para caminar a tu lado en esta cuaresma. Aquí me tienes, intentando avanzar, pero tropezando y cayendo demasiadas veces. Cada día siento que me tientan y me pueden la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia, la pereza. Ven conmigo, Señor, dame tu mano, fuerte y poderosa. Tu sabes más que nadie de desierto, de desamparo. Tu también fuiste tentado, pero nunca caíste ni te volviste atrás. Empújame, Señor, cuando tema. Arrástrame cuando me niegue. Aliéntame cuando flaquee. Anímame cuando me canse. Ilusióname cuando mire hacia atrás. Levántame cuando caiga. Sostenme y fortaléceme cuando sea tentado.

Tu Palabra, Señor, es fuente de vida. Ella nos enseña a vivir, nos muestra el camino a seguir, nos impulsa a vivir el amor, anima nuestra esperanza, nos hace fuertes en la fe. Tu Palabra compromete y desinstala, cambia el rumbo de nuestra vida, pero conduce a la felicidad. Como tus primeros discípulos, haz que nos sentemos a tu lado a escuchar tus enseñanzas. Dispón nuestro corazón, danos la comprensión necesaria para encarnar tu mensaje y calla los ruidos e interferencias que nos impiden escuchar tu voz. Danos fidelidad, coherencia evangélica y pasión por tu Reino. Haz de nosotros hombres y mujeres nuevos, que aprendamos a servir y a vivir el espíritu de las bienaventuranzas.

Señor, desde que pasaste por este mundo, teniendo la paciencia como vestidura y distintivo, es ella la reina de las virtudes.
Dame la gracia de aceptar con paz las contrariedades de la vida, las incomprensiones de mis hermanos, las enfermedades, la misma muerte y la ley de la insignificancia humana, es decir, aceptar que, después de mi muerte, todo seguirá igual, como si nada hubiera sucedido.
Acepto con paz la marcha lenta y zigzagueante de la oración y el hecho de que el camino para la santidad sea tan largo y difícil. Acepto con paz el hecho de querer tanto y poder tan poco, y que, con grandes esfuerzos, sólo consigo pequeños resultados. Dejo con paz en tus manos lo que debería haber sido y no fui, lo que debería haber hecho y no hice. Acepto con paz las leyes de la precariedad y de la transitoriedad, la ley de la mediocridad y del fracaso, la ley de la soledad y de la muerte. A cambio de esta entrega, dame la Paz, Señor.

Señor, te alabamos y te bendecimos por haber iluminado la mente de los hombres para el descubrimiento de las nuevas técnicas audiovisuales, que también pueden favorecer la evangelización y el progreso espiritual de la sociedad. No nos dejes caer en la tentación de abusar de estos dones. Guía a los más altos responsables del funcionamiento de estos medios para que actúen con amor y respeto a la dignidad humana. Ilumina a los usuarios de estas técnicas para que sepamos utilizarlas para el bien, tanto propio como ajeno. Personalmente me comprometo, Señor, a hacer buen uso de estos medios que pones en mis manos, pero para ello necesito que Tu me ayudes a distinguir el trigo de la cizaña, lo que puede resultar beneficioso de lo que puede ser nocivo para mí y para los demás.

Señor, haznos comprender que nuestras desinteligencias se deben casi siempre a la falta de diálogo. Haznos comprender que el diálogo no es una discusión, ni un debate de ideas, sino una búsqueda de la verdad entre dos o más personas. Haznos comprender que mutuamente nos necesitamos y nos complementamos, porque tenemos que dar y necesitamos recibir, ya que yo puedo ver lo que otros no ven y ellos pueden ver lo que yo no veo. Señor Jesús, cuando aparezca la tensión, dame humildad para no querer imponer mi verdad, atacando la verdad del hermano. Concédeme saber callar en el momento oportuno, saber esperar a que el otro acabe de expresar por completo su verdad. Dame la sabiduría para comprender que nadie es capaz de captar enteramente toda la verdad y que en lo que a veces me parece error o desatino también puede haber algo de verdad. Dame la sensatez de reconocer que también yo puedo estar equivocado en algún aspecto de la verdad y para dejarme enriquecer con la verdad del otro. Dame, en fin, la generosidad para pensar que también el otro busca honestamente la verdad y para mirar sin prejuicios y con benevolencia las opiniones ajenas. Señor Jesús, danos la gracia de dialogar.

Señor, me pregunto tantas veces cómo es posible tanta ignorancia sobre Ti, tanta desgana ante el mensaje de tu Evangelio. Me pregunto por qué no interesas, por qué lo tuyo tiene tan mala prensa, por qué pareces estar tan lejos de lo que importa y mueve a la gente. Me pregunto y no tengo respuesta. Pero sé que yo también tengo algo de culpa, por no hacer del todo bien las cosas, por no saber encender el corazón de los míos, por no saber pregonar la fe. Tengo claro, Señor, que nadie está excluido de tu amor, que nadie tiene el camino vedado para descubrirte en la orilla de su vida, que en toda persona hay depositado un germen de vida nueva. No sé cómo te las apañas para salvar, pero sé que eres Dios de salvación; no sé cómo estás en cada corazón humano, pero sé que estás.

Señor, al comenzar un nuevo año, detengo mi vida ante el calendario recién estrenado y te presento estos días, que sólo Tu sabes si llegaré a vivirlos. Te pido para mí y para todos paz y alegría. Quiero vivir cada día con optimismo, llevado a todas partes un corazón lleno de amor. Que mis pies no se cansen de recorrer el camino que lleva a la casa del dolor, para llenarla de alegría y esperanza. Cierra mis oídos a toda falsedad y mis labios a palabras mentirosas, egoístas o hirientes. Abre mi ser a todo lo que es bueno. Que mi espíritu se llene sólo de bendiciones y las derrame a mi paso. Que cuantos caminen conmigo o se acerquen a mí encuentren en mi vida un poquito de Ti. Danos un año feliz y ayúdanos a repartir felicidad.

Señor, ha pasado un año, con su cortejo de actividades, de trabajos, de idas y venidas. Te lo ofrezco tal como lo he vivido. Míralo con amor y archívalo en los pliegues de tu misericordia.
Te doy gracias por todos los beneficios que he recibido durante este año que termina: gracias por el alimento y el vestido, por el trabajo y el descanso, por las manos amigas y las sonrisas amables, por la salud e incluso por la enfermedad, por las noches tranquilas e incluso por las horas inquietas.
También quiero pedirte perdón por el tiempo perdido, por el dinero malgastado, por el amor desperdiciado, por el trabajo mal hecho, por vivir sin entusiasmo, por todos mis olvidos, descuidos y silencios.
Te pido igualmente por los fallecidos del año, por los que se sienten solos y vacíos en medio de estas fiestas, por los enfermos y los que sufren en el cuerpo o en el espíritu. Haz que todos sean iluminados con tu Verdad, fortalecidos con tu Vida y que sepan descubrir en lo efímero del tiempo la esperanza gozosa de tu Eternidad.