Gracias por venir a vivir entre nosotros, Señor, para alumbrar nuestros caminos, para iluminar nuestras sombras. Convertido en Niño, has vencido en el pesebre la infinita distancia que nos separa. Quisiera ser como los pastores, a los que no les importó abandonar sus rebaños para encontrarse contigo. Quisiera ser como los magos, que supieron sortear las dificultades que les impedían llegar a Ti. Quisiera ser estrella para guiar a tantos que necesitan encontrarse contigo.Quisiera dar calor, como la mula y el buey, a tantos niños que nacen en lugares inadecuados. Quisiera que no hubiese más Herodes que maten inocentes en el seno de sus madres. Quisiera recibirte como María y saber meditar en mi corazón las cosas de la fe.

Quisiera, Señor, vivir esta Navidad mejor que otros años. Que no me pase desapercibida tu llegada, como tantas veces. Que sepa verte en todas las personas que pones en mi vida. Que sepa reconocerte en el enfermo, en el triste...en todos los hermanos necesitados. Que reconozca que también me demuestras tu amor en el que está de guardia mientras duermo, en el que limpia la calle para mí...No permitas que me conforme con lo superficial y folklórico de estas fiestas. Quiero hacerte sitio para que nazcas en mi corazón. Intentaré evitar el derroche y compartir con más generosidad de la habitual. Tú nos recuerdas que nuestro valor está en lo que amamos y no en lo que tenemos. Que sepamos transmitir mejor la alegría del creyente. Que los alejados, y especialmente los jóvenes, reciban también algo de tu luz esta Navidad. Que los más afectados por la crisis encuentren manos generosas. Que los política y económicamente poderosos se vuelvan más sensibles ante tanta miseria humana.

Nos invitas, Señor, a preparar los caminos, los nuevos y los de siempre, por donde vienes Tú trayendo buenas noticias. Gracias por contar conmigo para allanar colinas y valles y para desterrar mentiras y opresiones. Gracias porque te pones en la senda por la que yo camino para que te encuentre. Gracias por entrar en mi casa y querer hacer de ella una norada nueva. Bendito seas por haberte hecho Palabra encarnada, Palabra que nosotros podemos conocer, saborear y hasta concebir. Bendito seas porque eres Palabra entendible, Palabra viva, Palabra implicativa, Palabra de buena noticia, siempre nueva y abierta.

Venga a nosotros, tu Reino, Señor, porque no nos gustan los reinos de la tierra. Venga tu Reino, que pacifica, que hermana, que libera. Venga tu Reino para que nadie sea excluido injustamente, para que nadie muera inútilmente, para que nadie llore amargamente. Gracias, porque cuentas conmigo para preparar los caminos por donde Tu vienes. Danos fuerzas para entregarnos a la construcción del Reino, para hacer crecer la esperanza de algo nuevo. Contágianos la fe sencilla de María, que dió su vida para alumbrar el Reino e hizo nacer la esperanza en medio de su pueblo.

Te reconozco, Señor, como Rey de mi vida, aunque no siempre obedezco tus mandatos. Concédeme entender que tu Reino no es de este mundo para no vivir tan obsesionado-a por los problemas materiales. Que me entregue a tope en mis tareas, como si la buena marcha del mundo dependiese solamente de mí. Gobierna nuestros corazones para que amen de verdad y sin medida. Llena de luz nuestras vidas para que los que se acerquen a nosotros puedan notar tu presencia. Sé Rey también de aquellos que no te reconocen como Rey y viven alejados de Ti para que alcancen la verdadera felicidad.

Hoy quiero entregarte, Señor, los miedos y temores que a veces me quitan la paz. Sana mi miedo a los cambios imprevistos, a las cosas que no puedo controlar. Ayúdame a mirar con serenidad mi envejecimiento progresivo. Toma mi temor a la enfermedad, al sufrimiento, a la muerte. Dame tu fortaleza para afrontar todo lo que suceda. Cúrame del miedo a la soledad, del temor a quedarme sin las personas que me quieren. Ayúdame a sentir mejor tu amor y tu compañía diaria. Sana también mi temor a equivocarme, cuando me corresponde tomar decisiones. Cura mi miedo al fracaso y a las críticas ajenas. Que recuerde que lo importante es cómo me miras Tu, que siempre me miras con ternura.

Señor, bendice nuestros oídos para que sepan distinguir tu voz, quedarse sordos al ruido inútil, pero atentos a las voces que piden ayuda. Bendice nuestra boca para que no diga nada que hiera o destruya, que no traicione confidencias o secretos y que dé testimonio de Ti. Bendice nuestro corazón para que sea generoso en comprender y perdonar, un corazón que sepa compartir alegrías y penas ajenas. Jesús, buen samaritano, infunde en nosotros tus sentimientos y actitudes para que también nosotros salgamos a diario al encuentro del que sufre, sin pasar de largo.

Señor, cada día que pasa nos desespera más que se prolongue tanto la crisis económica que sufrimos. También nos convencemos más cada día de que la crisis económica es consecuencia de la crisis moral. Como nos sentimos impotentes, te pedimos que ilumines a quienes pueden sacarnos de este pozo. Que los gobernantes vayan encontrando soluciones adecuadas. Toca el corazón de quienes se enriquecen a costa de los demás para que se liberen de la codicia. Protege especialmente a las personas y familias que sufren más gravemente la crisis. No permitas que caigan en la desesperación y pon en su vida almas generosas que les ayuden. Y a mí concédeme ser más desprendido-a, de modo que no me importe compartir "hasta que me duela".

En esta semana, especialmente dedicada a los difuntos, queremos darte gracias, Señor, por todos los antepasados que fuiste poniendo en nuestra vida. Te pedimos especialmente por el eterno descanso de aquellos de los que menos nos acordamos. Te pedimos también por aquellos con los que tuvimos algún problema o falta de entendimiento. Concédenos tener siempre presentes los buenos ejemplos de vida que nos dieron. Te pedimos por los que mueren sin que nadie se acuerde de ellos. Te pedimos por todos los que han muerto hoy, víctimas de la injusticia humana. Creo, Señor, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna, pero aumenta mi fe.

Señor, abrimos nuestro corazón a tu mensaje misionero. No queremos que los problemas que nos afectan nos hagan olvidar la misión que tenemos de extender tu Evangelio. Que nuestra diócesis y nuestra parroquia rechacen la tentación de encerrarse en sí mismas. Sigue suscitando vocaciones que se entreguen a quien nadie se entrega y pies valientes que vayan a donde nadie va. Sigue fortaleciendo a todos los misioneros, especialmente a los que desarrollan su misión en ambientes hostiles. Que los llamados a la vocación misionera respondan a ella con generosidad. Que todos los bautizados nos sintamos misioneros, cada cual en el pequeño mundo en el que se desarrolla su vida.

Reconozco, Señor, que me parezco al joven rico del Evangelio. A veces pienso que soy mejor de lo que en realidad soy. A veces vivo como si la fe no tuviese nada que ver con la cartera. A veces vivo como si mis pequeñas necesidades fuesen más urgentes que las graves necesidades de los demás. Dame la gracia de ser más desprendido-a, no sólo de mis bienes, sino de mí mismo-a. Que no me conforme con compartir sólo de lo que me sobra. Que sepa comparir hasta que me duela desprenderme de lo que me desprendo. Que no me cree necesidades innecesarias, ni quiera ser el-la primero-a en tener lo último. Que nunca le ponga límites a la caridad. Que me convenza de que la mayor riqueza es tenerte a Ti.

Señor, me convocaste a la aventura de la fe y me aseguraste tu presencia y compañía. Tu Palabra, siempre actual e interpelante, me salió al encuentro y me fue mostrando el camino. Muchos que anduvieron antes estos pasos me alentaron con su ejemplo y con su entrega; otros me siguen animando a diario a seguir adelante. Como Samuel, quiero responderte "aquí estoy para hacer tu voluntad", pero a veces mis fuerzas flaquean. Dame fuerzas para ser más fiel a tu Palabra, para vivir con coherencia el Evangelio. Dame paciencia y constancia para seguir intentando cada día esta maravillosa tarea a la que me llamas.

Gracias, Señor, por este tiempo de otoño que nos regalas. Que el frescor del clima no enfríe mi fe y, aunque los días sean más cortos, encuentre la forma de dedicarte el tiempo que mereces. Que la puesta temprana del sol me recuerde la necesidad de guiarme por tu Luz y huir de las tinieblas del pecado. Que las hojas secas de los árboles me recuerden la necesidad de vivir unido-a a Ti, como el sarmiento a la vid, para dar fruto. Que, como los árboles se dejan desnudar por el viento, permita yo que Tú podes todo lo malo que hay en mi vida. Que la migración de las aves me recuerde que no hay nada mejor para mí que seguir tu voluntad y no la mía.

En el arranque de un nuevo curso, permíteme extender ante Ti, Señor, mi cuartilla en blanco, para que Tu escribas en ella cuanto quieras. Sé que escribes derecho con renglones torcidos y que mi egoísmo y mi miopía me impiden ver muchas cosas. Aunque suene a frase hecha, quiero empezar el curso con los mejores propósitos. Ayúdame a entrar por la puerta estrecha de tu voluntad, cuando el egoísmo o la pereza me arrastren hacia la puerta ancha de mis conveniencias. Ayúdame a lo que me resulta más difícil: a bendecir cuando me maldicen y a perdonar setenta veces siete, si me ofenden. Ayúdame a soportar con paciencia la cruz o cruces que me lleguen este curso.
Amén.

Santina de Covadonga, Madre que camina a nuestro lado, danos tu mano, porque a veces no se ve la luz en el camino de la vida y hay que andar a tientas. Anima nuestra esperanza, que a veces se viene abajo. Que nos motive tu imagen peregrina, de tu casa a la de Isabel, siempre dispuesta a ayudar, sin importarte el cansancio del embarazo, ni los caminos difíciles de la montaña. Agudiza nuestra vista para que veamos la necesidad del otro y no nos fijemos tanto en nosotros mismos. Ayúdanos a empezar por lo pequeño: por esos sencillos detalles de amor , que podemos tener con el prójimo, incluso sin esforzarnos mucho. Enseñanos a superar las divisiones que nos enfrentan para que no se conviertan en grietas insalvables. Y que nunca dejemos de creer que es posible construir uhn mundo más fraterno y feliz.

Señor, quiero que seas el Rey de mi hogar y de mis seres queridos también durante el verano. Entra en nuestra casa y toma posesión de ella para que ningún mal nos perturbe. Protégenos de todo lo que pueda alterar la armonía familiar. Líbranos de la tristeza, la desconfianza, la agresividad, el egoísmo. Que nuestro hogar sea un espacio donde la paz se comunique y contagie. Que las lógicas diferencias que se dan entre nosotros no nos separen, sino que nos enriquezcan. Danos espíritu de diálogo y comprensión. Que todos sepamos evitar actitudes hirientes y reacciones que molesten a los demás. Danos fortaleza para resistir y hacer frente a las dificultades. Y que, en lo bueno y en lo malo, te sepamos tener siempre presente.
Amén.

Gracias, Señor, por haber llegado al final de este curso creyendo y amándote. Fueron muchas las veces que saliste a mi encuentro y me diste fuerzas para seguir caminando. Siempre sentí el calor de tu cercanía, aún en los momentos más difíciles. Gracias por la ayuda, la compañía y la alegría que me brindaron los demás. Gracias por tantos labios que me alentaron y tantos oídos que me escucharon. Gracias por tanto como he recibido sin haber hecho méritos para ello. Y perdón por la mano que no tendí, la palabra que callé, la sonrisa que escatimé o la mirada que desvié. Perdón por la disculpa que no pedí, el oído que no presté, el gozo o la tristeza que no compartí. Te ofrezco todo lo bueno que hice durante el curso y confío que tu misericordia no tenga en cuenta el mal que hice y el bien que dejé de hacer.

Glorioso San Juan Bautista, tu ejemplo nos estimula a seguir a Jesús y a vivir su Evangelio. Tú, que saltaste en el vientre materno al encontrarte por primera vez con Jesús, contágianos tu entusiasmo para vivir más apasionadamente nuestra fe. Tú, que saliste a predicar con valentía, no permitas que nosotros vivamos nuestra fe con cobardía. Tú, que llamabas a todos a la conversión, ayúdame a reconocer que yo también estoy necesitado-a de conversión. Tú, que no quisiste quitarle protagonismo a Jesús, dame humildad para no buscarme siempre a mi mismo-a. Tú, que corregiste incluso al rey Herodes, ayúdanos a ejercer la correción fraterna y a dejarnos corregir por los demás. Tú, que diste la vida por ser fiel a tu misión, ayúdanos a entregarnos a tope, sin miedos ni perezas.

Glorioso San Antonio, concédenos recuperar la ilusión perdida por el paso de los años. Que las tribulaciones del mundo no menoscaben mi esperanza. Que nunca me venga abajo del todo, ni considere que las cosas ya no pueden mejorar. Protégenos en todas las necesidades y enredos de la vida. Danos amor sincero a los menesterosos. Contágianos tu confianza en Dios y tu alto parecio por los valores espirituales. Glorioso San Antonio, modelo de humildad y obediencia, ruega por nosotros. Glorioso San Antonio, maestro de paciencia y de constancia, ruega por nosotros. Glorioso San Antonio, espejo de pobreza y despendimiento, ruega por nosotros.

Creo en Ti, Dios Padre; creo en Ti, Dios Hijo; creo en Ti, Dios Espíritu, pero aumentad mi fe. Espero en Ti, Dios Padre; espero en Ti, Dios Hijo; espero en Ti, Dios Espíritu, pero aumentad mi esperanza. Te amo a Ti, Dios Padre; te amo a Ti, Dios Hijo; te amo a Ti, Dios Espíritu, pero aumentad mi amor. Quisiera, Padre, adormecer mis sentidos para dejarme guiar sólo por Ti. Quisiera, Jesús mío, que me sustituyas: que mi vida sea irradiación de la tuya. Quisiera, Espíritu Santo, el don del amor para brindarles a los caídos mi mano y mi consuelo. Oh, Trinidad eterna, de Ti jamás se puede decir \"¡basta!\". Tu eres el fuego que siempre arde, la Luz por encima de toda luz. Que en lo sucesivo mi vida sea una constante alabanza y acción de gracias a Ti.

Ven, Espíritu Santo, para que quienes buscan a Dios lo encuentren. Ven, para que quienes tienen miedo al futuro adquieran confianza. Ven, para que quienes caigan tengan fuerzas para levantarse. Ven, para que quienes estén solos puedan encontrar a alguien. Ven, para que quienes nadan en la abundancia aprendan a compartir. Ven, para que quienes tienen el corazón endurecido se vuelvan más sensibles. Ven, para que quienes pecan de soberbia reconozcan que también tienen fallos. Ven para que quienes son dominados por la ira aprendan a controlarse a sí mismos. Ven, para que quienes creen que poseen ya a Dios no dejen de seguir buscándolo.

Espíritu Santo, ven: necesitamos tu guía y tu compañía. No es fácil descubrir los caminos de Dios en estos tiempos. El mal nos rodea por doquier y queremos sembrar en el mundo semillas de cambio. Enséñanos a orar, ayúdanos a mirar el mundo con la mirada de Dios, danos entendimiento para comprender su voluntad y coraje para ponerla en práctica. Aceptamos el desafío de construir el Reino, pero necesitamos tu aliento para seguir los pasos de Jesús. Repite con nosotros aquel Pentecostés que vivieron los apóstoles: dales dinamismo a nuestras comunidades parroquiales y sostén nuestra esperanza para animar a los que nos rodean y para dar testimonio de que otro mundo es posible y necesario.

María, tu nos muestras el rostro materno del buen Dios, que es Padre y Madre de todos, que nos regaló la vida y nos ofrece su amor para compartir con El su proyecto, sus anhelos y esperanzas. María, tu eres nuestro modelo de testimonio fiel: nos señalas el camino por donde pasa el Evangelio en nuestros días, nos muestras cómo vivir tras los pasos de tu Hijo. Tu eres modelo de apertura a la llamada de Dios, modelo de escucha atenta a su Palabra, modelo de entrega generosa, sin regateos, a las manos de Dios para hacer su voluntad, modelo de seguimiento en la adversidad, modelo de amor eficaz y comprometido, pronta a la acción y al servicio. Acompaña nuestra marcha, María, camina cerca de nosotros, danos fuerzas para conformar nuestra vida al Evangelio y producir frutos de buenas obras.

Madre del cielo, con la confianza de los hijos, te ofrecemos este día que va concluyendo. Gracias por ser la Madre perfecta, siempre atenta a las necesidades de tus múltiples hijos. Madre del buen consejo, no dejes de orientarnos hacia la puerte estrecha del Evangelio. Señora del "hágase", ablanda nuestro corazón para que se someta mejor a la voluntad de Dios. Modelo de entrega a Dios, lima nuestros egoísmos, que nos impiden entregarnos de verdad a Dios y a los demás. Consuelo de los afligidos, conforta a los que lloran en este momento por cualquier causa. Refugio de los pecadores, ayúdanos a levantanos, tras nuestras continuas caídas. Reina de la familia, ayúdanos a construir un verdadero hogar familiar, en el que el amor prevalezca siempre por encima de nuestras diferencias.

Eres un pastor extraño, Señor, que deja todo un rebaño para ir a buscarme sólo a Mí. ¡Qué confianza da saber que Tu me buscas cada vez que me extravío! No cabrían en el mundo los libros que contasen tu amor para con nosotros. Quiero que ese amor sea el despertador que me levante, la energía que me mueva, la razón de mi alegría. Quiero que ese amor llegue a través de nosotros, tus discípulos, a las personas que no te conocen o te rechazan. Que no nos importe nadar contracorriente y defender valores que no están de moda. Que no nos olvidemos nunca de que Tu conduces nuestra barca, en medio de las tempestades del mundo.

Te damos gracias, Señor, por haberle quitado a la muerte su poder. Te damos gracias por la nueva vida que hemos recibido con tu Resurrección. Te damos gracias por darnos más razones para el optimismo que para el pesimismo. Te damos gracias por liberarnos de nuestros miedos, tristezas y cansancios. Te damos gracias por convertir nuestra esterilidad en fecundidad. Te damos gracias por aceptarnos en tu cercanía y ser tus sarmientos. Te damos gracias por el ejemplo de tantos creyentes, que, unidos a Ti, ponen huellas de tu presencia entre nosotros. Te damos gracias por tantos mensajes tuyos que nos llegan \"ocultos\" en las pequeñas o grandes cosas de cada día.

Quisiera, Señor, que tu infinita misericordia pasase, a través de mi corazón, al prójimo. Que mis ojos sean misericordiosos y no juzguen por apariencias. Que mis oídos sean misericordiosos para tomar en cuenta las necesidades de los demás. Que mi lengua sea misericordiosa y se prodigue más en la bendición. Que mis manos sean misericordiosas y no se cansen nunca de dar. Que mis pies sean misericordiosos para acercarme a todo el que me necesite. Que mi corazón sea misericordioso y sienta como propios los sufrimientos ajenos. Que nunca me olvide que, para apelar a tu misericordia conmigo, tengo primero el deber de ser misericordioso con los demás.

Resucitas, Señor, cada día en aquellos que viven volcados en los demás. Resucitas también en los que trabajan por la paz. Resucitas en los que comparten su tiempo y su pan. Resucitas en los que no se cansan nunca de esperar. Resucitas especialmente en los que saben perdonar. Resucitas en los que devuelven bien por mal. Resucitas en los que intentan siempre consolar. Resucitas en los que saben su lengua controlar. Resucitas en los que cada día se intentan superar. Ayúdame, Señor, a hacer pascua en mi vida, liberándome de las esclavitudes que me atan. Amén.

No permitas, Señor, que, como Judas, traicione nunca a un amigo. No permitas que, como hicieron los discípulos, abandone a nadie en los momentos más difíciles. No permitas que, como el Sanedrín, condene a nadie injustamente. No permitas que, como le pasó al pueblo de Jerusalén, me deje manipular por los poderosos. No permitas que, como Pilatos, me lave las manos ante problemas en los que debo implicarme. No permitas que cargue a otros con cruces innecesarias. Quisiera, señor, copiar la valentía y la fidelidad de María y del apóstol Juan hasta el último momernto. Quisiera, como el Cirineo, ayudar a llevar la cruz a tantas personas que sufren cerca de mi. Quisiera tener, como la Verónica, más detalles de amor con los que me rodean. Ayúdame, Señor, a ello.

Perdón, Señor, por no depositar toda mi confianza en Ti. Perdón por mi soberbia y autosuficiencia. Perdón por el incumplimiento de alguno de mis deberes familiares. Perdón por mi codicia y mis ansias de consumir en exceso. Perdón por mis egoísmos e intolerancias. Perdón por mis murmuraciones y difamaciones. Perdón por mi superficialidad y pereza. Perdón por mis miedos y prejuicios. Perdón por no aprovechar bien mi tiempo libre. Perdón por mis pecados de omisión: por las veces que no supe escuchar al que me reclamaba; por las veces que no acompañé al que me necesitaba; por las veces que no defendí al que era atacado; por las veces que no visité al que se moría de soledad; por las veces que herí imprudentemente a otros...Envuélvelos a todos ellos con tu amor, ya que yo no he sabido hacerlo. Y gracias por invitarme a perdonar, a limpiar mi mente de recuerdos oscuros y de pequeñeces que me separan de algunos hermanos. Dame amnesia de corazón para perdonar como Tú.

Me recuerdas, Señor, en este tiempo la necesidad de hacer silencio y desierto en mi vida. Ciertamente los quehaceres diarios me alinenan y hacen que me olvide de lo importante. Menos mal que tu amor es mucho más grande que mis fallos. Quisiera que la práctica de la abstinencia me ayude a descubrir que debo abstenerme de muchas cosas, pero nunca de Ti. No me importa que me compliques la vida, si ello me acerca a la santidad y a vivir más atento-a a las necssidades de los demás. Quisiera llenar la vida de personas y de gestos de amor, en vez de llenarla de tantas cosas inútiles. Quisiera dar un poco de luz, en un mundo que anda a oscuras. Quisiera ser un poco de sal, cuando la vida les resulte sosa y dura a los que me rodean.

Me llamas en esta cuaresma, Señor, a cambiar mi vida, a podar todo lo que me sobra. Sé que no debo conformarme con pasar día tras día sin pena ni gloria, creyendo que, con no hacer mal, ya tengo bastante. Pero me cuesta superar la rutina y me falta también valentía, porque siento rechazos y bromas cuando hablo de tus cosas. No permitas que me acomode egoístamente. No permitas que me desentienda de quienes tienen alguna necesidad de mí. Quiero unirme de verdad a todos los que luchan por construir ese mundo de paz, justicia y amor que Tú nos propones. Sigue siendo, Señor, la brújula que nos marca el camino, aunque a veces nos despistemos. Sigue siendo el despertador que nos espabila. Sigue alimentándonos con tu Pan y con tu Palabra para que podamos hacer realidad ese Reino que nos mandas construir. Amén.

Señor, sé que sólo Tú puedes dar la fe, pero yo puedo dar testimonio. Sólo Tú puedes dar esperanza, pero yo puedo devolvérsela al hermano. Sólo Tú puedes dar el amor, pero yo puedo amar a los demás. Sólo Tú puedes sembrar la paz, pero yo puedo sembrar la unión. Sólo Tú puedes dar la fuerza, pero yo puedo animar al desanimado. Sólo Tú eres el camino, pero yo puedo enseñárselo a otros. Sólo Tú eres la luz, pero yo puedo hacer que tu luz brille a los ojos de otros. Sólo Tú eres la vida, pero yo puedo hacer que se respete la vida y que florezca el deseo de vivir. Sólo Tú puedes hacer lo imposible, pero yo puedo hacer lo posible. Señor, sé que te bastas Tú solo para todo, pero gracias por haber querido contar conmigo.

Señor, aquí nos tienes, intentando avanzar por el camino de la vida, pero tropezando y cayendo más veces de las deseadas. Tú sabes más que nadie de desierto y desamparo. Tú también fuiste tentado, pero supiste derrotar al tentador. Danos tu mano en esta cuaresma, porque cada día sentimos que nos tientan y nos pueden todos o casi todos los pecados capitales. Ayúdame a limpiarme del egoísmo, de la avaricia, de la pereza, de la soberbia...de todo lo que me separa de Ti y de los demás. Gracias por darme una nueva oportunidad para que me convierta. No me faltan las ganas para ello, pero sí las fuerzas. Pero sé que, con tu ayuda, podré conseguirlo.

Al comenzar la Cuaresma, te pedimos, Señor, que nos cojas de la mano, porque cada día asoman por nuestra vida dioses diversos y es difícil no dejarse llevar por ellos: el dios del tener, el dios de la eficacia, el dios del poder...Tú nos invitas a vivir de otra forma: nos recuerdas que nuestro valor está en lo que amamos y no en lo que tenemos o parecemos. Y nos encanta lo que nos propones, pero se nos olvida en seguida. No permitas, Señor, que adoremos dioses de barro, que nos anestesian. Transforma nuestras actitudes, tantas veces alteradas por la soberbia, la codicia, la ira, la pereza...Ayúdanos a eliminar las barreras que nos separan de los demás, especialmente de las personas con las que nos encontramos más a menudo.

Somos conscientes, Señor, de la gravedad del problema del hambre. Sabemos que Tu quieres que todos tus hijos dispongamos de los bienes necesarios para vivir dignamente. Nos has confiado las riquezas de la tierra, pero no estamos sabiendo repartirlas equitativamente. No permitas que vivamos con la conciencia tranquila, mientras tantos hermanos carecen de la necesario para vivir. Ablanda, Señor, los corazones de los gobernantes más influyentes para que busquen de verdad y encuentren la solución a esta tremenda lacra social de la hambruna. Que los colectivos y personas que trabajan en favor de los más desfavorecidos no desfallezcan en su lucha. Libéranos de la lepra del consumismo, que nos lleva a considerar como imprescindibles tantas cosas superfluas. Y que algún día entendamos todos que tenerte a Ti es la mayor de las riquezas.

Señor, nos da miedo gastar la vida, pero Tu nos la has dado para que la gastemos. Somos antorchas que sólo tenemos sentido cuando nos quemamos y damos luz a los demás. Líbranos de la excesiva prudencia, la que nos hace evitar el sacrificio y buscar la seguridad. Que no nos importe quemar las naves en bien del prójimo, aunque no nos lo agradezcan. Que no nos empeñemos en gestos ampulosos, en pregonar nuestra caridad. Que sepamos darnos sencillamente, sin publicidad. Enséñanos que el verdadero éxito no está en subir uno, sino en elevar a los demás. Enséñanos que lo importante no son los kilómetros viajados, sino las paradas efectuadas para escuchar y compartir penas. Que nunca creamos que nuestra vida vale lo que valen las alabanzas que recibimos, sino la ayuda ofrecida y la esperanza que hemos inspirado.

No sé si entiendo, Señor, lo que significa "esperanza", pero sé que espero muchas cosas de la vida. Espero llegar a ver un mundo mejor, donde no haya tanto dolor y miseria, donde todos podamos llegar a ser felices. Pero a veces me invade el pesimismo y la desilusión y sólo veo lo negativo de las cosas. No quiero quejarme sin más, Señor: es muy fácil lanzar lamentos y quedarse con los brazos cruzados. Sé que puedo hacer muchas cosas, empezando por cambiar la actitud de pasividad de mi entorno más cercano. Puedo luchar contra el consumismo desenfrenado, aprendiendo a vivir sin derroches, sin llenarme de cosas innecesarias. Puedo compartir más, estar más pendiente de los que me rodean. Ayúdame, Señor, a entender que mi esperanza no puede ser pasiva. Que me entere de una vez que el mundo cambiará si yo me esfuerzo en cambiar.

Gracias, Señor, porque todos los días me encuentro y trato con personas buenas, con gente magnífica que me reconcilia con la vida, contigo y conmigo mismo-a. Aunque muchos dicen que el mundo está perdido, que estamos en el peor momento de la historia, se ven todavía muchas personas que brillan por su nobleza y honradez, por su sentido de la verdad y la justicia, por su sentido del deber o su compasión ante la desgracia ajena. Entre las noticias de los medios informativos prevalecen los sucesos negativos, pero, si por un solo día los medios transmitieran buenas noticias, no cabrían en los periódicos, ni habría cámaras suficientes para grabar tanta generosidad, tanto sacrificio heroico, tanta belleza moral que atesoran los mejores de tus hijos. En algo se tenía que notar que estamos ideados por Ti, creados a tu imagen y semejanza.

Gracias, Señor, porque en este tiempo de invierno nos permites vivir más recogidos y disfrutar más del amor familiar. Ayúdanos a aprovechar este tiempo para buscar una mayor intimidad contigo y con nuestros seres queridos. Recién comenzado el año, te prometemos intentar vivir menos egoístamente y entregarnos más a Tí y a los demás. Prometemos transmitir calor y cercanía a quienes sufren el invierno de la soledad o el desamor. Te pedimos especialmente por los que no tienen más techo que la calle. Que los gobernantes busquen de verdad y encuentren una solución al problema de los "sin techo". Acoge Tú a los indigentes que han muerto estos días, víctimas del frío, y dáles el calor que nuestra sociedad no supo darles.

Señor, que quisiste nacer en una familia, haz que nuestras familias sean santuarios de paz y amor. Ayúdanos a aceptarnos como somos, con nuestros defectos y cualidades. Gracias por nuestros mayores, que nos legaron tantas cosas buenas, especialmente la fe. Gracias por la originalidad de cada uno de mis familiares, que nos permite enriquecernos a todos. Haz que tu gracia guíe a todos los matrimonios para que se fortalezca cada día su amor. Haz que las generaciones jóvenes encuentren en la familia el clima más apropiado para crecer en el amor y en los demás valores. Que en nuestra casa, Señor, el más débil sea el centro de atención y la riqueza mayor sea el amor que nos dispensamos. Que las puertas de nuestro hogar estén abiertas para quienes deseen entrar y compartir nuestra amistad y alegría.